Las Rosas de Hércules

Tomás Morales ocupa una posición privilegiada en el amplio y variado panorama de la literatura hispánica por dos razones fundamentales: primero, por la calidad y singularidad de su obra, breve pero densa, dotada de unas características estéticas que la hacen fácilmente identificable; y segundo, por haberle tocado escribir en una época y un contexto verdaderamente clave para la historia de la literatura: el nacimiento de la modernidad. Dicho de otro modo: Tomás Morales supo aprovechar los avances artísticos de una época dorada para la cultura (entre finales del siglo XIX y principios del XX) y adaptarlos a una poderosa visión personal y es el máximo representante del movimiento modernista en Canarias y uno de los más significativos de la literatura hispánica.

Desde el punto de vista literario, la publicación en junio de 1908 de Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar supuso un giro en la sensibilidad poética del momento, a caballo entre el post-romanticismo y un modernismo acartonado. Dos cuestiones fueron señaladas ampliamente por la crítica: la visión marina y la magnífica factura del verso. En cuanto al tema del mar, Morales logra un novedoso equilibrio entre aspectos aparentemente opuestos, pues a un espacio geográfico en principio realista (los puertos, los marineros, los barcos, el comercio…) superpone una visión subjetiva y simbolista, propia de la ensoñación romántica. Desde el punto de vista formal, Morales trata esos aspectos mediante una expresión renovada, bajo la estructura del soneto de verso alejandrino, dotado de un ritmo exquisito y una sonoridad peculiar. En otras secciones del libro, además, Morales demostró sus excepcionales cualidades no sólo como versificador, sino también en el tratamiento de temas en la línea estética modernista. Para la tradición literaria canaria, en concreto, la aparición de este libro marcó el comienzo de la modernidad.

Desde un punto de vista interno, es decir, en relación con el conjunto del universo poético de Tomás Morales, los Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar no son más que el primer eslabón de un magno proyecto gestado desde muy temprano por el autor, que se iría materializando con el tiempo en Las Rosas de Hércules. Morales quiso representar poéticamente en su obra definitiva distintas secuencias, en clave simbólica, de la Creación del Mundo, de tal manera que se pudieran identificar con el propio acto de la Creación Poética. Los cuatro elementos (tierra, mar, aire y fuego) protagonizan este ambicioso proyecto en el que la tradición clásica grecolatina se convierte en hilo conductor de un lenguaje que pretende poetizar, entre otras cuestiones, el elemento oceánico (especialmente en la ‘Oda al Atlántico’), la ciudad y el progreso (en ‘Poemas de la ciudad comercial’), el volcán (esbozado en el “Himno al Volcán”) e incluso el propio arte, mediante distintos tipos de composiciones y recursos (ambientes festivos, homenajes a pintores o escritores, elegías…).

 

Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar

Ópera prima de un por entonces jovencísimo poeta llamado Tomás Morales (1884−1921). Publicado en Madrid en 1908 bajo el sello de la Imprenta Gutenberg Castro, el volumen acogía un conjunto de versos claramente herederos de lo mejor del simbolismo y del parnasianismo francés, así como de la veta modernista tan magistralmente explorada por Rubén Darío, pero con una serie de peculiaridades que rápidamente fueron destacadas por la crítica del momento, lo que dio a Morales una pronta y consistente notoriedad en los círculos literarios de la época. La escritora Carmen de Burgos Colombine, amiga del poeta en la capital de España, a cuya tertulia acudía asiduamente Tomás Morales, señaló, en una de las primeras reseñas críticas de las numerosas publicadas tras la aparición del volumen, que estábamos ante un libro que aportaba “algo nuevo, hermosamente nuevo”, en alusión directa a una de las secciones más celebradas del conjunto: los Poemas del Mar. Y es que en el ámbito poético castellano, acostumbrado a una dicción e inspiración mesetarias, debían resultar extrañamente exóticos aquellos sonetos alejandrinos que la propia Colombine calificó de “cuadros admirables de poesía, que nos dan la sensación de las olas del Atlántico y el perfume de las algas marinas” (El Heraldo de Madrid, 8 de junio de 1908). En efecto, la crítica fue unánime en ensalzar la originalidad de esos poemas dedicados al mar, un mar, tal como lo ofrecía Morales, totalmente ajeno a la práctica lírica que imperaba en la poesía hispánica del momento, cuya sola excepción se encontraba (según se señaló en aquel momento) en la “Sinfonía en gris mayor” de Darío. 

 

La cena de Betania

Única obra teatral que se ha conservado del poeta Tomás Morales (Moya, Gran Canaria, 1884 – Las Palmas de Gran Canaria, 1921). Estrenada en 1910, no había sido publicada de forma independiente hasta 2011 de la edición llevada acabo por el profesor Guillermo Perdomo Hernández. La aparición de un manuscrito en un archivo particular ha permitido ofrecer una versión nueva de la obra, más fidedigna a las anteriores del autor, pues el documento presenta un estadio posterior, aunque próximo en el tiempo, al manuscrito autógrafo que se había venido utilizando en las ediciones anteriores. Esta edición de 2011 se ha fundamentado en dicho manuscrito a la vez que se han cotejado todos los documentos existentes: el manuscrito autógrafo de Tomás Morales y las ediciones de Sebastián de la Nuez (1955) y Sánchez Robayna (1984). El argumento de La Cena de Betania corresponde con el pasaje bíblico de la visita que hizo Jesús de Nazaret, camino de Jerusalén, a la casa de Simón el Fariseo, donde perdona todos sus pecados a María Magdalena y narra la parábola del hombre que tuvo clemencia a aquel que le debía dinero. Más que una pieza dramática en sí, es un cuadro o poema escénico.